Árboles y bosques

CANARIAS COMO PARADIGMA DE BIODIVERSIDAD

El archipiélago canario, formado por siete islas y seis islotes que ocupan un total de 7500 km2, alberga una gran variedad de ecosistemas, una enorme riqueza biológica y singulares formaciones geológicas. Debido a su localización geográfica, Canarias tiene un clima subtropical suavizado por los vientos alisios y termoregulado por el océano Atlántico. Factores como la altitud (con patentes variaciones de temperatura, precipitaciones, humedad e insolación según la cota), la orientación (con claras diferencias entre las fachadas norte y sur de las islas) y la abrupta orografía insular determinan la existencia de una abundante variedad de microclimas.

Esta circunstancia, unida a los distintos tipos de suelo de origen volcánico, ha dado lugar a su vez a una notable variedad de ecosistemas y a una naturaleza excepcionalmente rica y diversa. A simple vista, es fácil apreciar esta diversidad ecológica al observar el extraordinario contraste de los paisajes naturales de las islas.

Por otro lado, a pesar de la proximidad al continente africano (95 km de distancia), Canarias ha mantenido un cierto grado de aislamiento que, junto con las características climáticas y topográficas mencionadas, ha favorecido la aparición de un gran número de endemismos.

PAISAJE VEGETAL Y PISOS DE VEGETACIÓN

Los ecosistemas terrestres de Canarias se encuentran agrupados en comunidades que se distribuyen en diferentes pisos o franjas.

PISOS DE VEGETACIÓN

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Proyecto TSP (IECI-EFC) · CC-BY-NC-SA

MATORRAL COSTERO Y CARDONAL-TABAIBAL (PISO BASAL)

Este primer piso de vegetación ocupa las laderas inferiores de todas las islas, desde el nivel del mar hasta los 350 m de altitud, y está influido por la proximidad del mar. Las especies que se desarrollan en él están adaptadas a la escasez de precipitaciones, las altas temperaturas a lo largo de todo el año, un alto grado de insolación y suelos muy pobres. El piso basal está dominado por una vegetación halófila ―con capacidad para desarrollarse en medios con abundancia de sales― y psammófila ―adaptada a suelos arenosos―, como los tarajales (Tamarix). Fuera del influjo directo de la maresía, destaca el cardonal-tabaibal, que es una de las formaciones de plantas suculentas más típica de Canarias. Aquí las especies más comunes son el cardón (Euphorbia canariensis) y las tabaibas (Euphorbia balsamifera, E. regis-jubae, etc.), que conviven con otras como el verode (Kleinia neriifolia), el cardoncillo (Ceropegia fusca), el balo (Plocama pendula) o la aulaga (Launaea arborescens).

piso basal
Bosque termófilo

EL BOSQUE TERMÓFILO (PISO DE TRANSICIÓN)

El siguiente piso se localiza entre los 350 y más o menos los 600 m de altitud de ambas vertientes de las islas. Esta franja se caracteriza también por las escasas precipitaciones, pero las temperaturas son ligeramente más suaves y el suelo más rico. El bosque termófilo, que guarda una gran afinidad con el bosque mediterráneo, es una parte constitutiva del piso de transición. Sin embargo, esta formación está casi desaparecida en algunas islas y en el resto solo se encuentra precariamente representada. En realidad, el bosque termófilo no constituye una comunidad homogénea sino que está integrado por un mosaico de formaciones denominadas según la especie arbórea que domina localmente: sabinares (Juniperus turbinata subsp. canariensis), almacigares (Pistacia atlantica), lentiscales (Pistacia lentiscus), acebuchales (Olea cerasiformis) y palmerales (Phoenix canariensis). Hoy casi inexistentes de forma natural, en el pasado los dragonales (Dracaena draco y D. tamaranae) participaron de estos bosques. Otras especies que forman parte de estas arboladas son el marmulano (Sideroxylon canariensis), el peralillo (Maytenus canariensis) o el mocán (Visnea mocanera). Desgraciadamente, este bosque se encuentra muy deteriorado y sufre una pérdida importante de hábitat debido a la incidencia de los seres humanos, ya que en este piso se hallan algunas de las mejores zonas de cultivo y las áreas más densamente pobladas.

EL MONTEVERDE: LAURISILVA Y FAYAL-BREZAL (PISO MONTANO)

Por encima de los 600 m y hasta los 1200-1500 m de altitud se ubica el piso montano, en el que se desarrolla el Monteverde. Esta formación, caracterizada por una gran diversidad de especies arbóreas, se encuentra en todas las islas salvo en Lanzarote, que no alcanza dicha altitud. Su distribución natural viene definida principalmente por la influencia de los vientos alisios en las vertientes norte de las islas más montañosas, que da lugar a la formación del ‛mar de nubes’. Esta acumulación de nubes es la responsable de la denominada ‘lluvia horizontal’ o ‘precipitación de niebla’, que aporta a la vegetación una humedad y unos recursos hídricos que se suman a las precipitaciones anuales directas. En algunas cuencas meridionales, el ocasional rebose del mar de nubes permite también la existencia de esta formación vegetal. Los suelos del Monteverde son especialmente profundos, con abundante humus, normalmente ácidos y ricos en nitrógeno. Suelen estar cubiertos por una potente capa de materia orgánica en descomposición, con numerosos restos vegetales (troncos caídos, ramas secas, hojarasca…). El Monteverde incluye dos formaciones boscosas: la laurisilva y el fayal-brezal.

La laurisilva es posiblemente una de las formaciones arbóreas más conocidas de Canarias y está considerada como un auténtico fósil viviente. Es característica de las zonas septentrionales y de los territorios que reciben la influencia de las brumas de los alisios. Se trata de un bosque húmedo subtropical constituido por abundantes árboles de sombra, es decir, con hojas anchas y de gran cobertura, lo cual provoca que una escasa fracción de luz logre llegar al suelo (bosque ombrófilo). Los árboles más comunes son el laurel (laurus novocanariensis), el barbusano (Apollonias barbujana), el acebiño (Ilex canariensis), el naranjero salvaje (Ilex perado), el viñátigo (Persea indica), el sanguino (Rhamnus glandulosa), el palo blanco (Picconia excelsa) o el follao (Viburnum tinus subesp. rigidum), y los más raros, el aderno (Heberdenia excelsa), el til (Ocotea foetens), la adelfa de monte (Euphorbia mellifera), el delfino (Pleiomeris canariensis), el madroño (Arbutus canariensis), el sauco (Sambucus palmensis), la hija (Prunus lusitanica), etc. En general, la laurisilva se desarrolla en suelos profundos.

El fayal-brezal es una formación de sustitución de los bosques de laurisilva en aquellas zonas degradadas por la tala reiterada o bien una vegetación natural de transición hacia los pinares. Se trata de un bosque caracterizado por la abundancia de brezos (Erica arborea) y fayas (Morella faya) y, en menor medida, tejos (Erica platycodon subesp. platycodon), que son propios de las crestas más húmedas de Tenerife y La Gomera. Ocasionalmente, pueden estar acompañados por el acebiño (Ilex canariensis) o el laurel (Laurus novocanariensis). Por tanto se trata de una formación más pobre que la laruisilva. Algunos fayales-brezales pueden adquirir un porte extraordinario y llegan a ser tan cerrados que hacen difícil el asentamiento de otras especies, como ocurre en algunos rodales en El Hierro.

Laurisilva y fayal
Pinar

EL PINAR CANARIO (PISO MONTANO)

El pinar es una formación forestal dominada por el pino canario (Pinus canariensis) y, por lo general, con un sotobosque más bien pobre. Se extiende por encima de los 1300-1500 m de altitud en la fachada norte de las islas, o de los 500-600 m en la vertiente sur, bajo la influencia de los vientos secos (pobres en humedad), y llega hasta los 2000-2300 m. Los bosques de pino canario dan lugar a las manchas forestales más extensas del archipiélago: en las islas más montañosas (Tenerife, La Palma, Gran Canaria) forman una corona alrededor de las cumbres y tienen una presencia significativa en El Hierro; sin embargo, en La Gomera, el pinar aparece de forma ocasional. Esta formación tiene una gran adaptabilidad a condiciones adversas (suelos ácidos, muy erosionados o pedregosos, etc.) y crece en zonas con climas muy diferentes, pues soporta bien las altas y las bajas temperaturas (heladas incluidas), así como las precipitaciones escasas o abundantes. Estas diferencias son tan evidentes que se consideran al menos hasta tres tipos de pinares según las condiciones ambientales. Uno de ellos es el pinar húmedo, que se sitúa bajo la influencia de los alisios en las fachadas norte y noreste de las islas, por encima del Monteverde; se trata de un bosque muy desarrollado, de elevada espesura y con abundancia de viejos pinos. El pinar seco es más abierto que el húmedo y ocupa la mayor superficie arbolada del archipiélago, ya que se sitúa en la vertiente sur por encima de los bosques termófilos. La importante regresión del bosque termófilo en el sur es, posiblemente, la causa de que este pinar arranque desde cotas más bajas de las que potencialmente le corresponderían. Por último, el pinar de cumbres se localiza en las cotas más altas, por encima de los 1800 de altitud, y por tanto está expuesto a grandes insolaciones y fuertes vientos. Este pinar enriquece su composición florística con especies del piso de alta montaña (supracanario) como el cedro (Juniperus cedrus) y el escobón (Chamaecytisus proliferus).

MATORRAL DE CUMBRE (ALTA MONTAÑA)

Sólo presente en las islas que se elevan por encima de los 2000 m de altitud, es decir, Tenerife y La Palma, este matorral está constituido por especies, muchas de ellas endémicas, adaptadas a bruscos cambios de temperatura, a una fuerte insolación, a intensos vientos e, incluso, a nevadas copiosas. Como especie arbórea destaca el cedro (Juniperus cedrus).

LA INFLUENCIA HUMANA

Junto con los condicionantes naturales, los seres humanos también modifican el paisaje al explotar los recursos naturales y ocupar el territorio. Las formaciones vegetales del piso basal, como el matorral costero y especialmente el cardonal-tabaibal, son las más castigadas por el impacto del desarrollo urbanístico y turístico de las islas. En esta franja se ha producido un drástico desplazamiento de la mayoría de las especies naturales, que frecuentemente han sido sustituidas por explotaciones de árboles frutales comerciales (como el plátano) o por cultivos de invernadero (especialmente tomateros). Además, el abandono de las praderas de pasto para el ganado, provocado también por las actividades turísticas, ha desembocado en una proliferación de especies secundarias oportunistas. Por su parte, la franja en la que se distribuye el Monteverde es objeto de un intenso uso agrícola y acoge numerosos asentamientos rurales.

Todo ello ha contribuido a una crónica degradación de la vegetación. Con el objetivo de contrarrestar o paliar el impacto humano, el 40% del territorio canario forma parte de la Red Canaria de Espacios Naturales Protegidos (con 146 espacios) y se están fomentando políticas de recuperación del medio natural mediante repoblaciones y reintroducciones. Sin embargo, la recuperación de zonas alteradas por la influencia humana no tiene por qué dirigirse hacia el estado original, sino que puede evolucionar hacia otras estructuras o equilibrios vegetales distintos. Por ejemplo, un terreno en pendiente sufrirá más la erosión al perder su cobertura arbórea; esta pérdida progresiva del suelo puede impedir el asentamiento del árbol dominante antes de su explotación, así como favorecer su colonización por otra especie mejor adaptada a las nuevas características del terreno.

Influencia
Aloctonas

ÁRBOLES NO AUTÓCTONOS

Los árboles silvestres que pueblan hoy día el territorio canario se pueden dividir en autóctonos y no autóctonos (alóctonos). Los primeros son los árboles propios de la primitiva vegetación isleña y en su mayoría tienen un valor científico incalculable, ya que se trata de los restos de los árboles que vivían en el sur de Europa y norte de África hace más de 20 millones de años. Los segundos son especies introducidas que, al asilvestrarse, han ocupado el nicho ecológico de especies oriundas, en algunos casos conviviendo con ellas y en otros desplazándolas (especies invasoras).

Algunos árboles se han plantado para la producción de fruta, como los naranjos (Citrus aurantium), morales (Morus), cirueleros (Prunus domestica), almendros (Prunus dulcis) o nispereros (Eriobotrya japonica). Entre ellos destacan la higuera (Ficus carica), que se considera que fue introducida por los aborígenes, y el castaño (Castanea sativa), que tiene una amplia distribución y en ocasiones llega a formar casi un bosque propio en zonas húmedas y con suelos bien desarrollados del piso montano. Muchos animales han contribuido a la dispersión de estos frutales al consumir sus frutos y trasladar las semillas.

Otros muchos árboles han sido importados por su valor ornamental; es el caso de la mayoría de los existentes en áreas urbanas y ajardinadas. Entre estos se encuentran el laurel de indias (Ficus microcarpa), la jacaranda (Jacaranda mimosifolia), el magnolio (Magnolia grandiflora), el ciprés (Cupressus sempervirens y C. macrocarpa) o el árbol del cielo (Ailanthus altissima). A veces algunas especies ‘saltan’ de las áreas de cultivo y llegan a formar rodales en terrenos de cultivo abandonados, descampados, cunetas o bordes de caminos, como el cinamomo (Melia azedarach), el plátano de sombra (Platanus hispanica), algunos tarajes (gén. Tamarix), la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos), el pimentero falso (Schinus molle) o el palo verde (Parkinsonia aculeata). Algunos de estos árboles ornamentales se han adaptado tan bien a las condiciones ambientales de Canarias que se han convertido en unas especies muy agresivas para la flora local (especies invasoras), como el pitosporo (Pittosporum undulatum) o las acacias (gén. Acacia). En muchas ocasiones, la elección de especies de repoblación se hizo pensando exclusivamente en su aprovechamiento maderero, por lo que algunas de ellas han resultado inadecuadadas para la regeneración o el mantenimiento de los ecosistemas originarios. Así ha ocurrido por ejemplo con los eucaliptos (gén. Eucalyptus) y algunos pinos foráneos (gén. Pinus), que forman manchas de cierta entidad.

Por otra parte, las mimbreras (Salix fragilis), que aparecen asociadas a bordes y cursos de agua, fueron plantadas principalmente para su aprovechamiento en cestería. También ciertas especies de eucaliptos (gén. Eucalyptus), moreras (gén. Morus), encinas, robles y alcornoques (gén. Quercus) se han beneficiado de las plantaciones hechas con fines comerciales o para uso doméstico. Así, desde sus zonas de plantación han ido dispersándose y colonizando otros medios.

LOS BENEFICIOS DE LOS ÁRBOLES

Son numerosos los beneficios que obtenemos de los árboles: producen oxígeno, purifican el medioambiente filtrando impurezas y metales pesados, frenan la erosión al sujetar con sus raíces el sustrato, limitan el impacto de la lluvia contra el suelo, favorecen la filtración de agua al reducir la velocidad a la que esta desciende, facilitan la precipitación reteniendo la humedad ambiental y del suelo, moderan la temperatura pues su presencia disminuye los cambios bruscos de frío y calor… Por otro lado, son de suma importancia como productores de madera, carbón vegetal, pasta de papel, resinas, flores y frutos, y como curtientes, tintóreos u ornamentales.

Además de información botánica, Arbolapp incluye citas literarias, refranes, curiosidades, anécdotas y referencias a la etimología de los árboles y a sus usos. Con esta perspectiva amplia, pretendemos que cuando el usuario se encuentre ante un árbol pueda interpretar mejor el paisaje que lo rodea, leer en sus hojas, cortezas, flores o frutos, y aprender de su porte, forma o edad.