Almez, latonero, lodón (cast.); lledoner, lledó (cat.); almeza (eusk.); lodoeiro (gall.); lódão-bastardo (port.); European nettle tree, Mediterranean hackberry, lote tree, honeyberry (ing.).
El almez es un árbol muy longevo: hay ejemplares de más de 600 años. En el sureste peninsular se han encontrado restos de sus semillas en yacimientos del segundo milenio antes de nuestra era.
Es un árbol muy usado como ornamental —en la Roma clásica ya era utilizado para tal fin— por su porte esbelto y densa copa de color verde intenso. También es muy adecuado para generar sombra en ámbitos urbanos por su tolerancia a la contaminación.
Entre los campesinos catalanes era tradición plantar un almez cuando nacía el heredero de la familia.
Antiguamente se cultivaba para la explotación de su madera, flexible y fácilmente torneable. Se utilizaba especialmente para la confección de horcas, cayados y bastones de calidad. También se ha empleado en la fabricación de toneles, carretas y remos. Genera buena leña y produce un carbón vegetal de primera calidad.
De su raíz y corteza se puede obtener una esencia usada como colorante amarillo para tintar la seda.
Los frutos son comestibles y sirven —al igual que las hojas— para alimentar al ganado. En el pasado, debido a su pulpa con sabor a miel, eran utilizados como golosinas o para preparar mermeladas. Sin embargo, el consumo de frutos que aún no han madurado del todo produce estreñimiento. También se fabricaba vino dulce con ellos o una especie de licor, tras macerarlos en anís dulce o seco.
La infusión de los frutos verdes y hojas ha sido empleada tradicionalmente contra la disentería y como regulador del flujo menstrual.
Los huesecillos del almez formaban parte de los juegos infantiles como proyectiles lanzados con canutos de caña.
Celtis es el nombre latino que los romanos daban al almez, al que también denominaban lotus, origen de algunos nombres vulgares de este árbol; australis alude a su distribución austral en Europa.