Barbusano, barbuzano, bergusano prieto, vergasco, ébano de Canarias (cast.); Canary laurel (ing.).
En La Gomera, el barbusano presenta una subespecie que fue descrita en 1960 por Eric R. Sventenius —fundador y primer director del Jardín Botánico Canario ‛Viera y Clavijo’— como la especie Apollonias ceballosi, y que más tarde fue nombrada por el botánico alemán Günther Kunkel (1980) como Apollonias barbujana subesp. ceballosi.
A pesar de que las diferencias entre las subespecies de Apollonias barbujana son muy sutiles —la subsp. ceballosi tiene unas hojas más anchas, claras y carnosas, el tronco de color más blanquecino y los frutos más redondos y anchos que la subespecie típica—, los lugareños gomeros son capaces de reconocer las dos formas distintas y las nombran también de distinta manera, a saber: barbusano blanco (subsp. ceballosi) y barbusano negro (subsp. barbujana). Por otro lado, según el biólogo Ricardo Mesa y sus colaboradores, se ha barajado que la subespecie ceballosi sea una forma local de la subespecie típica (subsp. barbujana) adaptada a enclaves venteados. Sin embargo, aún no se ha confirmado esta hipótesis.
También su nombre popular guarda cierta controversia. Fue considerado prehispánico por los historiadores del siglo XIX, pero estudios recientes señalan su procedencia lusa (en portugués sería barbusano o pau ferro), algo que sucede con muchas especies de la laurisilva.
Durante la época de la colonización de las islas, y hasta hace pocos años, el barbusano ha sido objeto de una intensa explotación por su excelente madera, que es conocida como el ‛ébano de canarias’ por su color, parecido al de la caoba. El clérigo, escritor y naturalista canario José de Viera y Clavijo la describe del siguiente modo: «sumamente sólida, sin nudos, incorruptible, capaz del más terso pulimento, pues ni aun el fuego levanta llama en esta madera». Ello explica su frecuente uso en ebanistería, en concreto para fabricar muebles de lujo, balaustradas, balcones, artesonados, escaleras y suelos. Como no se pudre en contacto con el agua, también se ha empleado en carpintería exterior (puertas, contraventanas, balcones, etc.) y en construcción naval. En el ámbito rural se destinó a la confección de arados, ejes de ruedas y aspas o aquellos ejes de los ingenios azucareros con los que se trituraban las cañas para extraer el jugo. Con las ramas más finas, los pastores tallaban los badajos de los cencerros que colgaban del cuello del ganado.
La semilla del barbusano guarda en su interior una pepita blanca que es comestible y que tiene buen sabor. También se estima probable que los antiguos aborígenes canarios (los guanches) incluyesen en su dieta estas semillas.
Javier Estévez Domínguez recomienda en su libro Gigantes en las Hespérides la visita a un vetusto barbusano localizado en el extremo inferior del Monte del Agua, en Cuevas Negras (Tenerife), donde sombrea el camino de herradura que baja de las cumbres de Teno hasta la plataforma costera. Con algo más de 20 m de altura y un tronco con un perímetro casi de 4 m, se considera el barbusano más alto y robusto de Canarias.
A menudo las hojas adultas de esta especie están afectadas irregularmente por numerosas agallas. Estas protuberancias o verrugas son el resultado de la picadura de un ácaro específico del barbusano (Aceria barbujanae; Eriophytes barbujanae) que libera una sustancia química muy similar a la hormona vegetal responsable del crecimiento. Al observar la hoja por el envés, puede verse el interior del hueco de la agalla, que es velludo y rojizo al principio y más oscuro después, cuando madura.
Dentro de la filatelia nacional, el barbusano fue uno de los árboles seleccionados de la flora canaria como motivo para un sello de la serie ‛Flora Hispánica’ que fue emitido en 1973 y tenía el valor de una peseta.
El nombre del género, Apollonias, está dedicado al dios de la belleza y la poesía de la mitología griega, Apolo. El epíteto específico barbujana es la forma latinizada de su nombre popular.