Drago (cast.); drago de Canàries (cat.); Canary Island dragon tree, drago (ing.).
Muchos son los dragos que ejemplifican la majestuosidad de esta especie, pero sin duda el más famoso es el ‘drago milenario’ de Icod de los Vinos, símbolo vegetal de la isla de Tenerife.
La savia de esta planta enrojece en contacto con el aire, por lo que se la conoce como ‘sangre de drago’. Fue muy popular entre los aborígenes canarios, que la aprovecharon con fines curativos, en la momificación de cadáveres, para impermeabilizar zurrones y como tinte capilar.
Los guanches también se sirvieron de los troncos para la construcción de embarcaciones y de la corteza para la fabricación de hondas, tambores, panderos, recipientes domésticos y escudos. Las hojas y raíces se usaron en cestería, cordelería o para confeccionar redes de pesca. Además, en Gran Canaria y Tenerife se fabricaron ataúdes con su corteza y yacijas funerarias con sus hojas, lo que atestigua la importancia simbólica de esta especie para la población del archipiélago.
Las propiedades tintóreas y farmacológicas de la ‘sangre de drago’ hicieron que esta especie fuese conocida en la Roma Imperial, hace ya prácticamente 2000 años. Así, Plinio, en su Historia Natural, hace referencia a esta savia y comenta que procede de las Islas Afortunadas.
Tras la conquista, el drago comenzó a explotarse para la construcción de viviendas y canales y la confección de colmenas, barriles, medidas para el grano y camas. Por su parte, la savia fue utilizada para limpiar y proteger las espadas del óxido, teñir objetos o, mezclada con látex de tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera), como lacre para sellar cartas.
El uso de la ‘sangre de drago’ siguió extendiéndose por Europa y, al parecer, fue uno de los ingredientes con el que las damas venecianas conseguían el tinte para su famoso cabello dorado. También sirvió para curtir pieles y obtener pinturas de tonos rojos, barnices y lacas muy populares entre los lutieres.
Sus hojas también se han utilizado como forraje para el ganado y en cestería, una actividad que se ha mantenido desde épocas remotas. De su corteza, hojas o raíces se han obtenido cuerdas de gran utilidad a la hora de amarrar las viñas o ensartar el pescado. Los troncos huecos se destinaron a la confección de corchos para las colmenas y recipientes para guardar sal —en La Palma se utiliza la voz de ‘tajoque’ para referirse a estos depósitos—.
En Más de 100 plantas medicinales, el médico grancanario Jorge Cruz señala que el drago ha sido usado tradicionalmente para fortalecer encías, cicatrizar heridas o úlceras sangrantes y tratar toses y catarros. También reseña que, debido a su contenido en sapogeninas y flavonoides, tiene propiedades antiinflamatorias, hemostáticas y cicatrizantes.
En Tenerife, sus poblaciones, generalmente reducidas y muy dispersas, se localizan casi en su totalidad en las zonas geológicas más antiguas de la isla, los macizos de Anaga, Teno y Adeje. Según los expertos, en Gran Canaria solo hay un ejemplar silvestre, en el Barranco de Pino Gordo (San Nicolás de Tolentino), y otros dos subespontáneos, en Meleguinas y el Barranco Alonso (Santa Brígida).
Esta especie figura en el Catálogo de Especies Amenazadas de Canarias con la categoría ‛Especie de interés para los ecosistemas canarios’.
El nombre del género Dracaena procede del griego drakaina, que significa dragona o serpiente, o más bien de la expresión ‘sangre de dragón’ que recibía su savia; el epíteto draco es el vocablo latino con el que se designa el drago.