Laurel de Indias (cast.); figueira-de-goa (port.); Chinese banyan, Malayan banyan, Indian laurel, curtain fig (ing.).
El laurel de Indias llegó a Canarias a mitad del siglo XIX y pronto se apropió de plazas, ramblas, alamedas, parques y jardines de todo el archipiélago. Su copa amplia y tupida es muy apreciada para resguardarse del sol. La ciudad de Santa Cruz de Tenerife atesora una gran cantidad de magníficos ejemplares. Como comenta el botánico alemán Günther Kunkel en su tratado florístico del archipiélago canario, este árbol a veces constituye un refugio para los gorriones.
Su inconveniente es que, con el desarrollo de las raíces, tiende a levantar pavimento y a dañar muros, edificaciones o conductos de agua cercanos.
Probablemente la llegada de este árbol a Canarias es una herencia de los antiguos indianos —como se conoce a los emigrantes españoles en América— que, a su regreso a las islas, trajeron consigo ejemplares procedentes de Cuba. Así, el geógrafo grancanario Javier Estévez recoge en su libro Gigantes en las Hespérides la siguiente curiosidad sobre la isla de La Palma: «Sería en el año 1863, en los Llanos de Aridane, en la Plaza de España, cuando unos emigrantes remitieron unos laureles de indias que serían plantados donde actualmente se encuentran». Y añade: «estos laureles de indias, (...), son un capítulo de nuestra peculiar historia y relación con Cuba».
Por la anécdota que lo acompaña, otro ejemplar singular de laurel de Indias es el ‛Árbol del Responso’ situado en la capital grancanaria, concretamente en el histórico barrio de Vegueta. Hacia 1835, al no disponer de sitio para sus pompas fúnebres, la colonia británica instalada en la isla decidió que sus finados recibieran, justo antes de llegar al cementerio, el responso de su pastor protestante bajo el cobijo de un laurel de Indias. Rafael Guerra, presidente de la Asociación en Defensa del Patrimonio de Canarias (Depaca), relata: «Y esta costumbre siguió, cuando se produjo la epidemia de cólera del año 1851. (...) la gente tenía miedo al contagio y decidió despedirse de sus muertos debajo del inmenso laurel de Indias».
Según un artículo publicado en la revista científica Insect Conservation and Diversity, que cuenta con la participación del botánico Alfredo Reyes Betancort, la dispersión de este árbol en las islas se debió principalmente a la llegada a Canarias de unas avispas (Eupristina verticillata y Micranisa degastris) que viven en el interior de sus frutos y que hacen posible su polinización.
En el archipiélago canario no es una planta que se distinga por su uso medicinal. En algunos lugares, sus higuitos son utilizados como analgésico. Las yemas y las hojas son tóxicas si se ingieren, pero a veces se emplean para tratar la conjuntivitis, mientras que las raíces aéreas en loción se utilizan para mitigar el reumatismo y la inflamación de pies. También las cenizas obtenidas al quemar las raíces se aplican para calmar el dolor de dientes. Una cataplasma de hojas y de corteza puede aplicarse sobre heridas y contusiones, y el látex se suele emplear en caso de cólicos y dolencias hepáticas.
Ficus microcarpa se utiliza a menudo para la creación de atractivos bonsáis con numerosas raíces aéreas. Recientemente, a partir de esta especie se ha obtenido una variedad conocida como ‛ficus ginseng’, que se caracteriza por la forma bulbosa y deforme de sus voluminosas raíces.
El nombre de género Ficus alude al antiguo nombre latino de la higuera; el término específico microcarpa, que significa ‛de fruto pequeño’, recuerda lo pequeños que son los higos en comparación con los de otras especies del género.