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Laurus novocanariensis

Loro, laurel canario

Loro, laurel canario (cast.).

Autóctona

«El descubrimiento de que los aborígenes canarios usaban hojas de loro como insecticida es un hallazgo excepcional»

Jacob Morales Mateos, arqueobotánico grancanario

DESCRIPCIÓN

Árbol perennifolio de 15-25 m de altura, de copa densa y globosa. Tiene un tronco recto, a menudo rodeado de numerosos chupones o brotes, y una corteza grisácea, más o menos lisa y salpicada por pequeñas protuberancias blanquecinas (lenticelas), más marcadas a medida que envejece. Las hojas son simples, alternas, coriáceas, generalmente lanceoladas, hasta de 15 cm de longitud y 4-5 cm de anchura, verde oscuras por ambas caras y con margen entero, a veces algo ondulado; se reconocen fácilmente por unas pequeñas glándulas situadas a lo largo del nervio central. Cuando se machacan o estrujan desprenden un agradable aroma. Los brotes nuevos son algo tomentosos y de un verde más pálido. El laurel canario florece abundantemente en primavera. Hay plantas macho y plantas hembra (es una especie dioica). Las flores son pequeñas, fragantes, de color crema amarillento y suelen apiñarse en racimos muy cortos. El fruto es carnoso (drupa), con la forma de una aceituna, hasta de 2 cm de longitud y con una única semilla. Su cubierta es lustrosa, moteada y casi negruzca, a veces con tintes violáceos al madurar.

ECOLOGÍA

Es una de las especies más representativas de la laurisilva y, de hecho, da nombre a esta formación boscosa. También crece de forma ocasional en comunidades húmedas del fayal-brezal y el bosque termófilo. Se localiza entre los 400 y los 1500 m de altitud, y puede sobrevivir tanto en riscos como en claros y zonas de ladera. Es muy resistente y tiene una gran capacidad reproductora en condiciones óptimas: a veces podemos encontrar el suelo literalmente tapizado de plántulas de laurel, aunque muy pocas sobreviven.

DISTRIBUCIÓN

Planta endémica de Madeira y Canarias. Crece en El Hierro, La Palma, La Gomera, Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura. Su presencia en Lanzarote se considera dudosa.

MÁS INFORMACIÓN

El loro era considerado hasta hace poco como Laurus azorica (Seub.) Franco, especie que ha quedado relegada a las Azores tras recientes revisiones botánicas. El laurel canario guarda ciertas similitudes con el del archipiélago luso, pero se diferencia principalmente por presentar un porte menor y unas hojas más coriáceas y redondeadas.

Entre los usos cotidianos del loro destaca la utilización de sus hojas secas o frescas —sobre todo las del árbol masculino, que son más aromáticas— como condimento de cocina, aunque son más amargas y menos fragantes que las del laurel común (Laurus nobilis). Una vez hervidas, sirven también para teñir los tejidos de marrón claro.

El arqueobotánico grancanarioJacob Morales Mateos documenta la presencia de hojas de laurel en distintos graneros que han sido datadas entre los siglos X y XV. Se trata de las primeras evidencias arqueológicas de que los antiguos canarios usaron plantas insecticidas, como el loro, para proteger sus cosechas. Aún quedan personas en los campos de las islas que emplean las hojas de laurel para eliminar gorgojos y otros parásitos.

Antiguamente el principal uso económico que se hacía del loro en Canarias era la explotación de su leña como combustible para los hogares y los ingenios azucareros. De hecho, en el siglo XVIII el clérigo, escritor y naturalista canario Jose de Viera y Clavijo advirtió que los loros eran perseguidos por «los leñadores de tal suerte que tiran a extinguirlos».

Su madera fue muy apreciada en ebanistería, tornería y construcción, pero sobre todo se empleó en la fabricación de carretas, cajas y herramientas agrícolas (los trillos de madera de loro han sido muy populares entre el campesinado canario). Con los troncos se confeccionaban colmenas y las varas se utilizaron para alzar las cepas de viña, tutorear tomateras y sostener plataneras. En el folclore herreño destaca una sencilla flauta travesera conocida como ‛pito herreño’, que se construía con las ramas más rectas del loro.

Las hojas se utilizan para estimular el apetito, facilitar las digestiones, calmar las afecciones respiratorias o favorecer la menstruación. De sus frutos, además de tintes, se obtenía un reputado aceite —la ‛manteca de laurel’—, muy usado en Canarias en masajes pectorales para combatir la tos catarral y en los músculos o articulaciones para paliar dolores reumáticos.

Sobre los troncos de algunos ejemplares adultos, especialmente en zonas húmedas, es común encontrar unas curiosas formas retorcidas de color amarillento o grisáceo que son provocadas por un hongo-parásito (Exobasidium lauri). Este acaba deformando el tronco y produciendo un abultamiento o barriga; de ahí que sea también conocido como ‛madre del loro’.

Sus frutos son básicos en la alimentación de la paloma turqué (Columba bollii), ave exclusiva de los bosques canarios de laurisilva.

Laurus es el nombre que daban los romanos a su congénere el laurel común (Laurus nobilis). El epíteto específico novocanariensis hace referencia al nuevo nombre con que se conoce esta especie.