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Morella faya

Faya

Faya, haya (cast.); faia, faia-das-ilhas, samouco (port.); firetree, candleberry myrtle, fire bush (ing.).

Autóctona

¿SABÍAS QUE…? En 1973, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre emitió un sello de dos pesetas cuyo motivo fue una ramita de faya cargada de sus característicos frutillos purpúreos.

DESCRIPCIÓN

Árbol perennifolio, de denso follaje y muy ramificado desde la base, que por lo general mide 3-6 m de altura, aunque en algunas ocasiones puede llegar hasta 20 m. Tiene un tronco pronunciado y algo retorcido que a veces está rodeado de brotes en la base. Su corteza es parduzca cenicienta, rugosa y fisurada. Las hojas son simples, alternas, coriáceas, lampiñas y de color verde vivo reluciente por el haz. Las adultas tienen el margen entero, algo revuelto y ondulado, mientras que el borde de las más nuevas suele ser irregularmente aserrado. La lámina tiene una forma largamente lanceolada, de 5-12 cm de longitud, que acaba en un ápice obtuso o redondeado. Al ser generalmente un árbol dioico, tiene ejemplares masculinos y femeninos por separado. Las flores masculinas se agrupan en amentos pequeños, alargados, ramificados y de color amarillento-verdoso. Los amentos femeninos, algo rosados y más cortos, son menos visibles al estar escondidos bajo las hojas. Tras la fecundación, se forman unos frutos globosos, algo carnosos y de superficie granular que pueden recordar a una mora, aunque son más duros y pequeños (hasta de 8 mm de diámetro). A medida que van madurando, pasan por una coloración verde, roja y finalmente negra purpúrea.

ECOLOGÍA

La faya forma parte de los bosques de laurisilva y es un elemento importante del fayal-brezal, pero también puede ocupar las vaguadas de pinar mixto. En determinados enclaves, llega a formar verdaderos bosques. El óptimo de sus formaciones queda comprendido entre los 500 y 1000 m de altitud, sobre las laderas con exposiciones norte y este; aunque puede llegar a cotas de 1700 m en algunos puntos de Tenerife y La Palma. Es muy exigente respecto a la humedad y muestra una escasa tolerancia al frío. Asimismo, tiene una marcada preferencia por los terrenos sueltos y ricos en materia orgánica.

DISTRIBUCIÓN

Es un endemismo de Azores, Madeira y Canarias. Según Flora iberica, aquellos ejemplares que crecen en la región litoral del centro y el suroeste de Portugal se consideran subespontáneos o dudosamente espontáneos. En Canarias, la faya está presente en todas las islas.

MÁS INFORMACIÓN

Es un árbol muy popular por su abundancia y por su aprovechamiento maderero y carbonero. Su madera, no muy dura, compacta y de coloración pardo-amarillenta, fue muy apreciada en tornería y en la confección de pequeños utensilios domésticos y aperos agrícolas —como horcones, horquetas y varas— utilizados para alzar cepas, sostener las plataneras o como tutores de las tomateras. También se empleó en vigas, puertas y ventanas.

En la Gomera se popularizó su uso para la talla de las ‛astias’ o ‛garrotes’, empleados antiguamente por los pastores para defenderse y desplazarse con rapidez por la abrupta orografía canaria —hoy día se utiliza para la práctica del ‛salto del pastor’.

La madera de las raíces, además, era muy valorada para la elaboración de cabos y mangos de útiles rurales.

Con el follaje de esta planta se hacían camas para el ganado y el resto se reutilizaba para la producción de estiércol.

En algunos lugares de Canarias, los frutos se conocen popularmente como ‛creses’, ‛fitos’ o ‛erúes’. Cuando están maduros se pueden comer, pero suelen resultar poco gratos porque dejan la lengua algo áspera. Además, se recomienda tener cuidado al consumirlos ya que son astringentes y dan mucha sed.

Antiguamente formaban parte, de manera ocasional, de la dieta de los aborígenes canarios, mientras que en el Hierro y La Gomera se han aprovechado para hacer gofio. Muchas aves frugívoras presentes en Canarias también dan buena cuenta de ellos. Además, el gavilán (Accipiter nisus subsp. granti) construye sus voluminosos nidos sobre este árbol, y la paloma turqué (Columba bollii), dependiendo de dónde nidifique, emplea para el entramado de sus nidos palitos y ramillas de faya.

En la medicina popular canaria, a la infusión de corteza de faya se atribuyen propiedades anticatarrales y analgésicas, y también se ha empleado como tónico estomacal. El mismo cocimiento de la corteza sirve para teñir tejidos de un bonito color marrón, según comenta la artesana grancanaria Nilia Bañares en su recetario de tintes naturales.

Los ingenieros forestales Luis Ceballos y Francisco Ortuño cuentan en su libro Vegetación y flora forestal de las Canarias occidentales que muchas especies del género son conocidas e incluso célebres por el aprovechamiento que se hace de las exudaciones céreas que recubren sus hojas o frutos, las cuales son utilizadas para la fabricación de bujías. Aunque la especie canaria no participa de estas ventajas, sí se aprecia algo de recubrimiento céreo en la parte externa de los frutos y algunos gránulos resinoso-ceríferos amarillentos sobre sus hojas.

A finales de siglo XIX, los portugueses introdujeron la faya en Hawái, donde se ha convertido en una planta invasora difícil de erradicar, a la que llaman ‛árbol del fuego’ por su colonización de los campos volcánicos de esas islas. Actualmente, la faya está incluida en la lista de las 100 especies exóticas más invasoras y más dañinas del mundo según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).