Olivo, acebuche (cast.); olivera (cat.); olibondo (eusk.); oliveira (gall.); olive (ing.).
El olivo se explota desde tiempos inmemoriales por las propiedades de sus frutos, las aceitunas. Con el tiempo se han ido seleccionando variedades sin espinas en las ramas y con frutos con mejores características para su consumo. Hay cientos de estas variedades, las cuales normalmente se propagan por esqueje o se injertan en otros árboles, como el acebuche canario (Olea cerasiformis).
Las aceitunas se usan en la alimentación humana y del ganado. Se recolectan a mano o vareando las ramas para que caigan al suelo sobre lonas o plásticos, de donde se recogen. Después, para que pierdan su amargor, se dejan secar al sol o se ponen en remojo durante varios días. Finalmente, se salan y aliñan con diversas hierbas aromáticas. El aceite de oliva, que se considera el elemento más característico de la dieta mediterránea, se extrae al prensar las aceitunas.
El cultivo del olivo forma parte del patrimonio cultural del archipiélago. En el pasado, las aceitunas se destinaban al autoconsumo y a su venta en fresco o preparadas con diferentes aliños; uno de los más populares es el mojo rojo. Los frutos que no tenían valor comercial se molían en rudimentarios molinos de piedra y luego se prensaban para obtener aceite. Esta actividad tradicional estuvo al borde de la desaparición, pero se ha reactivado en los últimos años. Hoy, en Canarias se producen aceites de oliva virgen extra de máxima calidad, muy apreciados por sus propiedades sensitivas, como su ligero picor y amargor e intenso aroma.
En tiempos pasados, el aceite de oliva se solía emplear para impermeabilizar la madera de los canales de agua y acequias, y como remedio para las dolencias de la boca y las caries. Los pastores canarios curaban las heridas, mataduras y llagas de los animales también con este aceite.
La madera del olivo es muy dura, compacta y de excelente calidad. Suele utilizarse para tallar objetos pequeños, pues no es fácil encontrar troncos grandes. Además, constituye una excelente leña que es muy adecuada para fabricar carbón. Los huesos de aceituna y los restos del prensado de las aceitunas (el orujo), así como los restos de la poda del árbol, se utilizan como combustible.
En los últimos tiempos también se emplean olivos —sobre todo los ejemplares añosos y de tronco retorcido— con fines decorativos.
Olea era el nombre romano del olivo y las aceitunas; europaea fue el término que usó el naturalista sueco Linneo para la especie, si bien no sólo se da en Europa.