Pino resinero, pino gallego, pino rodeno, pino marítimo (cast.); pinastre, pi marítim (cat.); itsas pinua (eusk.); piñeiro bravo (gall.); maritime pine, cluster pine (ing.).
«De mi tronco herido / sacan la resina. / En las piñas guardo / todas mis semillas».
Adivinanza popularEs la especie más resinosa de su género. En la Península Ibérica se cultiva extensamente por ser el principal productor de resina para la elaboración de pegamentos. Se trata de una tarea que debe realizarse por especialistas para que el árbol no sufra y el rendimiento sea óptimo. Al pino se le hacen incisiones longitudinales en el tronco para que mane la resina —conocida popularmente como ‛lágrima de resina’ o ‘galipodio’— que, gracias a una cuña metálica, cae sobre unos recipientes sujetos por un clavo. Luego se vierte en bidones que son transportados por caballerizas o camiones para su procesamiento.
Por destilación de la resina se obtiene esencia de trementina o miera, que es el verdadero aguarrás, de color ambarino y más caro que los sustitutos que se comercializan como disolventes. Otro de los productos resultantes es la colofonia, usada en la elaboración de barnices, tintes, pomadas y también en perfumería para mantener más tiempo el aroma antes de que se evapore. Al quemar astillas resinosas se obtiene la pez, una brea o alquitrán que aún se utiliza para impermeabilizar botas, cueros y barricas para el vino. Asimismo, la resina seca sirve para suavizar la fibra de los arcos de violines, violas y contrabajos.
Su madera, aunque de poca calidad, fue muy solicitada por el sector agrícola canario para confeccionar embalajes con los que transportar las frutas. Para cubrir esta gran demanda, se importaron grandes cantidades de madera desde Portugal y Galicia. También fue una de las materias primas más empleadas en los talleres de las islas para la construcción de elementos estructurales de embarcaciones (quillas, sobrequillas, rodas, codastes, cuadernas, baos, durmientes, palmejares, etc.). Fuera de las islas, esta madera se ha reservado para encofrar, obtener pasta de celulosa o fabricar tableros de aglomerado.
Las piñas arden con gran facilidad y se consumen sin apagarse, por lo que son muy adecuadas para prender los fuegos; por eso se denominan popularmente ‛piñas de encender’.
Su corteza, como la de todos los pinos, es astringente y se ha usado para curtir pieles. En medicina popular, los cogollitos de hojas en infusión se han usado para combatir catarros y bronquitis. También la resina se emplea en la elaboración de lociones y bálsamos con propiedades antisépticas, antirreumáticas y balsámicas.
En la literatura hay numerosas referencias a este árbol o a sus usos. Por ejemplo, el escritor gallego Camilo José Cela, en su cuento Las andanzas del pequeño veraneante, escribió sobre la resina: «Una sensación de sosiego —una pegajosa, adherente sensación de sosiego que parecía resina— caía lenta, del tupido pinar».
En La sombra del ciprés es alargada, el novelista vallisoletano Miguel Delibes escribió: «Sí, de todos modos prefiero descansar bajo el aroma de un pino. Su sombra es otra cosa, más redonda, más repleta, más humana. […] El pino estaba más tripudo que nunca y la chicharra no cesaba de cantar. Nuestros nombres, impresos en la corteza, iban creciendo de conformidad con el desarrollo del pino».
Pinus era el nombre latino de los pinos, que se asignaba principalmente al piñonero y a su madera; pinaster es un nombre latino que se asignaba a un pino silvestre cuyo sufijo —aster— denota imperfección.