Tarajal, tarahal, tamariz, taray (cast.); gatell, tamarell, tamariu (cat.); millazkia, tamariz (eusk.); tarai (gall.); tamargueira (port.); tamarisk, salt cedar (ing.).
El género Tamarix es muy complejo y la identificación de las especies es difícil, incluso para los especialistas. Suelen ser árboles o arbustos muy ramosos, cuyas hojas tienen forma de escama y se disponen alrededor de las ramillas como tejas. Además, tienen la capacidad de secretar las sales del sustrato por medio de unas pequeñas glándulas con forma de de dedo corto. Las flores son pequeñas pero muy vistosas y salen en racimos numerosos y alargados, de color blanco, crema o rosado. Además, son muy aromáticas y melíferas. Los frutos son secos, en cápsula, y contienen semillas con un penacho o una mecha de pelos.
En Canarias hay dos especies autóctonas:
1. Tamarix africana Poir. Ramillas negruzcas o parduscas muy oscuras. Hojas de un verde intenso. Flores de 5 pétalos, dispuestas en racimos de 5-8 mm de anchura, cuyo eje a veces tiene papilas y que crecen en las ramillas viejas de otros años.
2. Tamarix canariensis Willd. Ramillas purpúreas o pardo rojizas. Hojas con abundantes glándulas secretoras de sal y de un verde blanquecino. Flores de 5 pétalos en racimos florales de menos de 5 mm de anchura, que nacen en las ramillas jóvenes. Además, el eje del racimo tiene papilas.
En el archipiélago también vive una especie alóctona naturalizada:
3. Tamarix boveana Bunge. Ramillas pardas o pardo rojizas. Hojas con abundantes glándulas secretoras de sal y de un verde azulado algo blanquecino. La mayoría de las flores tienen 4 pétalos y se disponen en racimos de 8-10 mm de ancho.Mucha razón tiene el botánico palmero y antiguo director del Jardín de Aclimatación de La Orotava, Arnoldo Santos, cuando comenta en su libro Árboles de Canarias que los tarajales «son bien conocidos por el pueblo canario que siempre ha gustado de disfrutar del mar». Reflejo de esta popularidad es la contribución de estas especies a la toponimia local; así, en Fuerteventura existen pueblos que reciben el nombre de Tarajalejo y Gran Tarajal.
Al ser el tarajal uno de los árboles mejor adaptados a la maresía (aire cargado de humedad marina) y sus efectos, se planta con cierta frecuencia en las zonas costeras para repoblar llanuras y en los bordes de las carreteras. Además se emplea como seto vivo con fines ornamentales o para proteger los cultivos de dichos efectos.
Su proximidad a la costa propició que antiguamente su madera fuese muy utilizada para la fabricación de cuadernas de pequeñas embarcaciones. También se ha usado como leña en el proceso de transformación de los aguardientes.
En cuanto a las aplicaciones medicinales y otros usos de estas plantas, el clérigo, escritor y naturalista canario José de Viera y Clavijo señala que «su corteza es aperitiva y diurética; y el vino, depositado algún tiempo en una taza de madera de taray, pasa por un soberano remedio para las obstrucciones del vaso. Los tintoreros se aprovechan de sus granillas para teñir de negro en lugar de agalla». Por otro lado, los taninos de su corteza tienen propiedades curtientes y además sirven para cortar la diarrea, debido a su astringencia. Sin embargo, de sus cenizas se obtenían antiguamente sales que se empleaban para combatir el estreñimiento.
En algunos lugares norteafricanos donde hay tarajes, es costumbre beduina usar como edulcorante natural las secreciones azucaradas inducidas en las ramillas de esta planta por la picadura de ciertas chinches. Esta es una de las razones por las que se asocia a esta planta con el maná bíblico.
En la guía de campo Árboles de Canarias, el ingeniero técnico forestal Juan Guzmán y colaboradores relatan un curioso método tradicional empleado por algunos campesinos para reproducir el tarajal, que consistía en hundir el esqueje sobre un tallo o ‛rolo’ de platanera y luego plantar el conjunto.
El género Tamarix tiene origen norteafricano (hebreo tamar; árabe clásico tarfa’; beréber tabarkat, taberka, tabuda, etc.) y era el nombre que le daban ya los romanos a estas plantas.