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Arbutus canariensis

Madroño canario

Madroño canario, madroño, madroñero (cast.); Canary madrone, Canary Islands strawberry tree (ing.).

Autóctona

¿SABÍAS QUE…? Los frutos del madroño canario se han relacionado con las famosas ‛manzanas de oro’ del Jardín de las Hespérides de las que habla la mitología griega.

DESCRIPCIÓN

El madroño canario es un árbol perennifolio, de porte mediano, que por lo general mide 3-4 m de altura, aunque puede alcanzar más de 7 m y ser muy corpulento. Tiene una copa globosa, densa y con ramas abiertas. Destaca por el llamativo color rojizo anaranjado de su corteza, que se desprende en delgadas placas y deja al descubierto un tronco muy liso y de tacto suave. A diferencia del madroño mediterráneo (Arbustus unedo), su corteza no se vuelve grisácea con la edad. Las hojas son simples, alternas, oblongo-lanceoladas, hasta de 15 cm de longitud por 2-4 cm de anchura, lampiñas y con margen serrado. Normalmente aparecen agrupadas en manojos al final de las ramas. Las adultas son de color verde oscuro por el haz y algo más claras por el envés. En otoño o a principios de invierno, los madroños se llenan de vistosos racimos colgantes con numerosas flores hermafroditas, perfumadas, con forma acampanada y de color blanco verdoso muy pálido, a veces teñidas total o parcialmente de una tonalidad rosácea. Cuando está en plena floración, se diferencia fácilmente del madroño mediterráneo por la abundancia de pelillos glandulares en los rabillos de sus flores. Los frutos son muy carnosos (bayas), comestibles, más o menos esféricos y de 2-3 cm de diámetro. Al madurar, tienen una superficie granulosa que es de color anaranjado amarillento, a diferencia de la del madroño mediterráneo, que es más rojiza. En conjunto, los frutos pueden recordar a unas pequeñas mandarinas. Su pulpa contiene muchas semillas diminutas.

ECOLOGÍA

El madroño canario es un árbol bastante delicado en las primeras etapas de su desarrollo y que prefiere zonas soleadas, aunque necesita cierta humedad ambiental. Su área de distribución natural indica que se trata de una especie vinculada principalmente al monteverde y a los márgenes de esta formación boscosa. Concretamente, sus mejores manifestaciones se encuentran en lugares más o menos escarpados y abruptos de laurisilva, lo cual le ha permitido sobrevivir. En menor medida se desarrolla de forma refugiada en fayal-brezales. También puede aparecer muy ocasionalmente en zonas de transición con el pinar húmedo. Por lo general aparece esporádicamente, pero tiene capacidad de formar pequeños bosquetes. Normalmente crece entre los 500 y 1000 m de altitud.

DISTRIBUCIÓN

Es un endemismo canario que se distribuye en las islas centrales y occidentales del archipiélago. A mediados de los años 70, los ingenieros de montes Luis Ceballos y Francisco Ortuño lo consideraron ‘casi extinguido’ en La Palma y La Gomera, donde sólo se conservan unos pocos ejemplares refugiados. En El Hierro y Tenerife es un árbol todavía frecuente, mientras que en Gran Canaria es muy raro.

MÁS INFORMACIÓN

El mayor y más notorio ejemplar de madroño canario —con más de 18 m de altura y 5 m de perímetro— se encuentra en el Barranco de Ruiz (Los Realejos, Tenerife), que pertenece a la red de Espacios Naturales Protegidos de Canarias. Este espectacular madroño figura dentro de los 292 árboles catalogados como monumentales o singulares en la isla de Tenerife y tiene un nivel de protección regional.

Como una reminiscencia del esplendoroso pasado del madroño canario, todavía perduran algunas toponimias en el archipiélago. Un claro ejemplo es la localidad santauteña de El Madroñal, donde todavía pervive uno de los madroños más emblemáticos de la isla de Gran Canaria. Mientras, en La Palma podemos encontrar hitos geográficos como la ‛Fuente de los Madroños’, la ‛Fajana de los madroños’ o el ‛Caldero del madroño’.

Se ha constatado que el madroño canario puede hibridarse con el madroño mediterráneo (Arbutus unedo), dando lugar a ejemplares como los detectados en el Pinar de La Esperanza (Tenerife), que han sido descritos como Arbutus x androsterilis Salas, Acebes & del Arco (Arbutus canariensis x A. unedo). De momento son incapaces de generar polen, pero poseen frutos que maduran y producen semillas viables.

El madroño es un árbol muy ornamental —sobre todo cuando nacen sus flores acampanadas y cuelgan sus bolitas anaranjadas—, por lo que a veces es utilizado en jardinería. También se ha empleado recientemente, con buenos resultados, en tareas de reforestación.

Su madera, de color marrón claro con tonos rosáceos, es de gran belleza, de ahí que pueda ser utilizada en ebanistería de lujo. Sin embargo, su poca resistencia a los insectos taladradores ha hecho que el madroño canario no haya sido especialmente buscado para este aprovechamiento.

Los frutos son comestibles y tienen una pulpa jugosa, dulce pero algo áspera y ácida. Se consumen frescos o en ricas confituras y mermeladas. Aunque no es una práctica muy extendida, en algunas comarcas de la geografía isleña se aprovechan para elaborar ‛licores de madroño’, dado que al fermentar los azúcares que contienen se producen alcoholes naturales. Por eso se dice que el consumo excesivo de frutos puede producir cierta embriaguez y diarrea.

Se tiene constancia de que ya los aborígenes canarios aprovechaban los frutos de este árbol. En El Hierro tradicionalmente ha sido recolectado para alimentar a los animales pero, en épocas de penuria, también ha sido consumido por los humanos. Hasta los años 60, las mujeres y niños se dedicaban a su recolección y lo hacían con la ayuda de horquetas (‛garabatito’) de madera de madroño.

Al madroño canario se le atribuyen propiedades astringentes, antiinflamatorias y antisépticas. Así, se sugiere el uso de las hojas y la corteza para combatir las infecciones urinarias, cistitis, cálculos y cólicos renales. La corteza es rica en taninos, por lo que se ha usado como curtiente.

Según la mitología griega, en el Jardín de las Hespérides, las hijas de Atlas custodiaban las manzanas de oro que proporcionaban la inmortalidad. El robo de estos frutos dorados fue una de las doce pruebas de Hércules.

Arbutus es el nombre que los romanos daban al madroño y a sus frutos; el epíteto específico viene del latín canariensis, -e, que alude a las Islas Canarias.