Madroño canario, madroño, madroñero (cast.); Canary madrone, Canary Islands strawberry tree (ing.).
El mayor y más notorio ejemplar de madroño canario —con más de 18 m de altura y 5 m de perímetro— se encuentra en el Barranco de Ruiz (Los Realejos, Tenerife), que pertenece a la red de Espacios Naturales Protegidos de Canarias. Este espectacular madroño figura dentro de los 292 árboles catalogados como monumentales o singulares en la isla de Tenerife y tiene un nivel de protección regional.
Como una reminiscencia del esplendoroso pasado del madroño canario, todavía perduran algunas toponimias en el archipiélago. Un claro ejemplo es la localidad santauteña de El Madroñal, donde todavía pervive uno de los madroños más emblemáticos de la isla de Gran Canaria. Mientras, en La Palma podemos encontrar hitos geográficos como la ‛Fuente de los Madroños’, la ‛Fajana de los madroños’ o el ‛Caldero del madroño’.
Se ha constatado que el madroño canario puede hibridarse con el madroño mediterráneo (Arbutus unedo), dando lugar a ejemplares como los detectados en el Pinar de La Esperanza (Tenerife), que han sido descritos como Arbutus x androsterilis Salas, Acebes & del Arco (Arbutus canariensis x A. unedo). De momento son incapaces de generar polen, pero poseen frutos que maduran y producen semillas viables.
El madroño es un árbol muy ornamental —sobre todo cuando nacen sus flores acampanadas y cuelgan sus bolitas anaranjadas—, por lo que a veces es utilizado en jardinería. También se ha empleado recientemente, con buenos resultados, en tareas de reforestación.
Su madera, de color marrón claro con tonos rosáceos, es de gran belleza, de ahí que pueda ser utilizada en ebanistería de lujo. Sin embargo, su poca resistencia a los insectos taladradores ha hecho que el madroño canario no haya sido especialmente buscado para este aprovechamiento.
Los frutos son comestibles y tienen una pulpa jugosa, dulce pero algo áspera y ácida. Se consumen frescos o en ricas confituras y mermeladas. Aunque no es una práctica muy extendida, en algunas comarcas de la geografía isleña se aprovechan para elaborar ‛licores de madroño’, dado que al fermentar los azúcares que contienen se producen alcoholes naturales. Por eso se dice que el consumo excesivo de frutos puede producir cierta embriaguez y diarrea.
Se tiene constancia de que ya los aborígenes canarios aprovechaban los frutos de este árbol. En El Hierro tradicionalmente ha sido recolectado para alimentar a los animales pero, en épocas de penuria, también ha sido consumido por los humanos. Hasta los años 60, las mujeres y niños se dedicaban a su recolección y lo hacían con la ayuda de horquetas (‛garabatito’) de madera de madroño.
Al madroño canario se le atribuyen propiedades astringentes, antiinflamatorias y antisépticas. Así, se sugiere el uso de las hojas y la corteza para combatir las infecciones urinarias, cistitis, cálculos y cólicos renales. La corteza es rica en taninos, por lo que se ha usado como curtiente.
Según la mitología griega, en el Jardín de las Hespérides, las hijas de Atlas custodiaban las manzanas de oro que proporcionaban la inmortalidad. El robo de estos frutos dorados fue una de las doce pruebas de Hércules.
Arbutus es el nombre que los romanos daban al madroño y a sus frutos; el epíteto específico viene del latín canariensis, -e, que alude a las Islas Canarias.